Fábula La Gallina de los Huevos de Oro

Esta fábula forma parte de las fábulas clásicas de Esopo. Nos enseña sobre la avaricia.

-Desear de más, a veces puede resultar mal-.

Una pareja humilde, habitaba en una granja a las afueras de la ciudad. Su labor diaria, consistía en la comercialización de productos en el pueblo. Los animalitos de su granero, sin lugar a duda se llevaban el protagonismo por completo.

Un día, sucedió algo inesperado… Les nació un pollito de hermoso plumaje, que con el pasar del tiempo se convirtió en gallina. Muy sorprendidos y orgullosos por este hecho, esperaron con ansias su primer huevo. Cuando paso esto, el granjero quedó completamente atónito. La gallina había puesto un huevo extraño; fuera de orden. Enseguida corrió a enseñárselo a su esposa.

-Mi amor, mira… ¡La gallina puso un huevo dorado!

La esposa sorprendida, contestó:

-¡Pero si es un huevo de oro…! ¡Qué increíble!

Ambos inmediatamente tuvieron una visión. ¿Cómo sería contar con muchos huevos de oro?

Y es así, como su ambición comenzó a crecer. La gallina siguió poniendo huevos de oro día tras día; inundándolos de alegría. Este hecho, les permitió remodelar su granja, comprar más animales, y mucho más. Pero, su deseo no se quedó allí.

-He estado pensando en algo. Dijo el granjero.

-¿En qué querido? Respondió la esposa.

-Si la gallina pone un huevo de oro por día, ¿cómo será su interior? ¿Te imaginas todo lo que conseguiríamos hacer, y sin esperar tanto tiempo?

-No puedo imaginarlo. Pero, tenemos que descubrirlo. Ya me visualizó comprando otra casa, y viajando a aquel lugar que deseamos tanto.

Entonces… ¡Matemos la gallina! Exclamó el esposo con un tono bastante orgulloso.

Aunque lo que iba a pasar a continuación se respondía por lógica solamente, su codicia no los dejó tranquilos. Sin embargo; al sacrificar a la pobre criatura, notaron que no tenía oro dentro. Su decepción entonces fue enorme, y su arrepentimiento… demasiado tarde para poder enmendarlo.

Moraleja: No dejes que el ego se te suba más de la cuenta. La avaricia nos puede cegar ante la realidad.

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